Varanasi es la India en su máxima esencia. Visitarla es una experiencia que te puede gustar o no pero, en cualquiera de los casos, no te dejará impasible. También conocida como Benarés, es caos y suciedad, pero también espiritualidad y karma. Es un lugar único que te atrapa y no sabes muy bien por qué.
Ir y venir de vacas, mendigos, peregrinos, transeúntes, olores,… un devenir de sensaciones que impactan y se quedan marcadas en el recuerdo de todos los que hemos pasado por allí, aunque, sin lugar a dudas, lo más impactante son las cremaciones junto al Ganges y cómo la gente lo vive, como algo tan normal, como su día a día, y los ves paseando por los ghats tranquilamente y sin inmutarse mientras a su lado están quemando a seres humanos, también ves a los perros que están jugueteando con huesos que probablemente sea un fémur de una de las personas que están quemando o bien indios bañándose en el río justo al lado de donde arrojan a los cuerpos casi incinerados… esto no puede pasar desapercibido para nadie.
Hablar de Varanasi es hablar de suciedad, de contaminación y de humo, pero sobre todo, es hablar de cultura y religión; una creencia que cada día lleva a cientos de cuerpos inertes a la ciudad desde cualquier parte del país para ser quemados junto al Ganges. No importa la falta de recursos ni de medios para conseguirlo, ahorran durante años para que su último deseo se cumpla. Esto es Varanasi… cultura, devoción y espiritualidad que se clava en las retinas y en los recuerdos de todo el que haya pasado por allí.
El día comienza muy temprano en Varanasi. Justo antes del amanecer el río ya es un hervidero de gente… locales que ofrecen su barca a turistas para ver el amanecer desde el Ganges y fieles que bajan al río a realizar sus abluciones (lavados del cuerpo para purificarlos) matinales y sus ofrendas. El hinduismo considera purificadores los baños en el río Ganges, por eso cada mañana miles de fieles acuden a bañarse en sus aguas sin importarles el nivel de putrefacción de éstas.
A las 5 de la mañana habíamos quedado con un barquero el día anterior para ver el amanecer desde la barca. Lo recibimos con un chai y comenzamos con el recorrido. Cuando empieza a salir el sol, el Ganges y los ghats de Varanasi de fondo se tiñen de colores cálidos que van combinándose de forma espectacular. En contraposición a esta sensación, desde la barca se veían bultos envueltos en tela que flotan en el agua pútrida del Ganges y el barquero nos contó que eran cuerpos de personas humildes cuyas familias no podían pagar el haz de leña y son arrojados al río a la merced de peces y cuervos. Y es que en Varanasi lo echan todo al Ganges: basuras, desagües, cuerpos cremados, cadáveres…
El paseo en barco nos gustó mucho, pudimos ver cremaciones en el ghat Manikarnika, observar el ambiente de los ghats a primera hora de la mañana e incluso remar por el Ganges, o mejor dicho, intentar remar…
Varanasi hay que recorrerla también a pie, perderse por sus callejones de menos de 2 metros de ancho e ir esquivando todo tipo de obstáculos para conseguir llegar a la ribera del Ganges y caminar por sus más de 80 ghats (escalinatas que bajan al río) , entre los que destacan Dashashwmedh, Godaulia y Harischandra.
La mejor manera de entender Varanasi es sentarse en los ghats (escalinatas que bajan al río) y pasar horas mimetizándose con el ambiente: saris multicolores que se secan al sol junto a fieles meditando, sadhus contemplando el horizonte a golpe de humo, barberías improvisadas y grupos de jóvenes disfrutando de su baño en aguas fecales… todo ello acompañado de un té con ingredientes de dudosa procedencia que sabe a gloria en un entorno como éste. Los ghats de Varanasi desprenden una energía humana inexplicable.
Todo lo que os puedan contar a Varanasi se queda corto comparado con la realidad. Es un lugar para vivir experiencias nuevas y hay que tener la mente abierta para asimilar tanta crudeza. Visitar Varanasi puede ser de las mejores experiencias o de las peores de tu vida, pero para ello hay que vivirla.
La habitación doble económica tenía una cama doble cómoda, ventilador, baño compartido, buen wifi y una terraza estrecha que daba a una fachada. Todo estaba bastante limpio. Nos costó 700 rupias (9€) la noche. Los dueños son muy amables y puedes dejar el equipaje en una habitación sin problemas. Nos pareció una buena opción de alojamiento mochilero en Varanasi ya que está bien situado, junto al ghat Munshi y a 50 metros del ghat Dashashwmedh, aunque es algo difícil de encontrar en el laberinto de Varanasi. Está en un callejón que suele estar lleno de monos y cuidado con ellos porque no son muy amigables, a nosotros nos tiraron un ladrillo.
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